
Quisiera retenerte siempre, siempre, aún cuando por las noches pareces huir de mi. Esos enormes espacios que se crean entre tú y yo, llenos de frío y soledad, me aterran. Tu espalda es lejana y sus suaves contornos color canela como tierra fértil a la que amar, son el destino mío que tomé, el cual busco alcanzar. Mis dedos rozándote imponiendo territorio - despierta... - te digo.
Llamo a tu oído, susurro palabras de amor que te juro no son nada si debiera comparar con el río de emociones que soy, respecto a tí. Y en silencio, sin ti, me duermo.
Como una flor agarrada a tu cuerpo, con el rocío de tu boca como alimento...Miedo me da lo que veo, tiemblo por completo, el dolor parte en la punta de mis dedos. Soy como una raíz que echo vida en tí y he florecido tanto, tanto. No creas, lo recuerdo, recuerdo cuando sola y muerta estaba sin corazón. Sí, tú lo sabes, no tenía corazón y por ello sembré en ti y nací, nací y viví y ahora me arrancan de manera vil. Siento el mismo aire matándome poco a poco, ojos muertos, pétalos secos, cuerpo sin vida, verde sin agua...
Y mientras me elevo por el viento en compañía de la nada oígo tu débil voz y como abofeteada por las irrealidades que buscan venganza, regreso a nuestra cama - un sueño, era un sueño - me repito. Tu brazo cruzando cintura y llevándome hasta ti. Tu calor regresando a la vida y el terror derrotado por tu halo de palabras aún dormidas.
- Sí, sigo aquí. No te alejes - te digo buscando refugio en tu pecho - es un sueño - me repito, quitándo de mi memoria aquellos terrores que implican el no tenerte, el no alcanzarte.