...Cierto es, la noche era oscura y lúgubres los pasos en la vereda. Todo un mundo en mis oídos con tal de no escuchar el llamado a la paz, de no saber y perderme en mis propios pensamientos y sin embargo, pude oír el trinar de un canto en la pequeña arboleda de aquella avenida.
Y cuando le ví lejos de mi, me hallé otra vez en ese sitio solitario. Me pregunté tantas veces en el cielo como sería regresar al infierno, si podría soportarlo, si podría enfrentarlo con dignidad y la altura de las circunstancias...
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