
Y sí, de camino al salir de la torre, golpear al dragón y despreciar al caballero de brillante armadura lo encontré a él. Estaba sentado en la orilla de un camino observando el cielo, imaginándose que ahí entre medio de esos astros luminosos habían mundos desconocidos, gloria, batallas y algo por reconquistar. Deseaba ir con toda su alma porque como muchos otros pensaba y sentía que no pertenecía a ésta época.
Yo en un principio le miré y pensé en seguir mi camino, al fin y al cabo, había decidido dejar atrás todo aquello con lo cuál pudiese toparme en la vida e interrumpiera mi frenética carrera hacia la nada.
Pero su voz me hizo detener, hablaba solo mirando aún las estrellas. Decía que eran mundos brillantes en constante batalla algunos, otros creciendo y los que más tiritaban a los lejos eran los que morían, porque según él, la muerte tenía un brillo especial ya que significaba un nuevo comienzo.
Pero yo sabía que eran mundos tristes, lejanos o quizás toda mi percepción se limitaba a un solo mundo del cuál hace poco había escapado. En un momento sentí la necesidad de hacerle ver la realidad, de explicarle de que se trataba y que sabía sobre aquello. Me senté a su lado y él me miró, se quedó largo tiempo así hasta que pudo decir que mis ojos le parecían mejor vista que las estrellas.
Báh, pensé, otro más de brillante armadura. Pero cuando me disponía a seguir mi camino, él sostuvo mi mano con la mirada fija en las estrellas y siguió contándome sobre como sabía eran esos mundos. Y habló y habló por largas horas, me contó historias mágicas y divertidas que me hicieron reír, cerré los ojos muchas veces imáginando esos sitios que curiosamente ya conocía pero que él lograba yo redescubriera viendo lo que nunca pude ver.
Montañas, mar, tierra roja...flores ¿pero, eso existía? le pregunté en un momento y él respondió que sí pero que de seguro el filo cegador de mi espada no me había permitido ver más que el reflejo de mis enemigos en su hoja, de la guerra y la muerte, sobre la desolación y desamparo de la cuál ella era madre, amante y hermana.
Cabizbaja me levanté y solté de su mano, le dije que debía seguir mi camino y que yo no era buena compañía para sus historias y sueños, yo tenía heridas profundas y cargaba con memorias desconocidas. Él respondió que entonces me acompañaría, que le parecía que arriesgar la vida por un par de hermosos ojos valía la pena...
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