lunes, 12 de febrero de 2007

De M para C

I. Alma hermana.
Alma gemela, alma hermana, alma que me descubrió y conoció casi en el instante antes de mi existencia, alma que me ha presentido, que se me ha anticipado, alma que me has conocido para llorarme, para perdonarme, para amarme... Alma que me llevas siempre en tu pensamiento y en tu corazón, alma amiga, alma hermana, alma gemela que entiende y comprende las miserias y heridas de la mía, haz tuya mi voluntad, dame luz en mi camino, dale sentido a mis sentidos y, sobre todo, lléname como sólo tú eres capaz de hacerlo. Te imploro que te fundas con mi alma, que te hagas una conmigo, que nuestra comunión sea total. ¡Oh, alma hermana, fúndeme en tu crisol!

II. Cuerpo.
Cuerpo enhiesto y erguido; cuerpo bien formado; cuerpo tantas veces caldeado; cuerpo sudoroso; cuerpo aterido de frío; cuerpo anhelante de amor; cuerpo que ha sentido la agonía al contemplar la tardanza de mi respuesta. Cuerpo cuyos ojos han llorado alguna vez por mí; cuyos labios han pronunciado amorosamente mi nombre; cuyas manos prodigan las caricias más sensuales y dulces; cuyos brazos me han sostenido en mis flaquezas, en mis dudas, que me han levantado en mis caídas... Cuerpo anhelado, añorado y deseado, únete al mío para que seamos uno como nuestras almas son hermanas gemelas; cuerpo trémulo, enrédate en el mío en un abrazo continuo y sin final.

III. Sangre.
Sangre inmaculada; sangre roja; sangre limpia; sangre y humores que te dan vida recorriendo tu interior e inundando tus pulmones; sangre que lleva oxígeno a ese cuerpo que tanto añoro. Sangre que infunde fortaleza a mi debilidad, que fertiliza nuestro amor, que purifica mi deseo y que te hierve cuando sientes deseo. Yo quiero que tu sangre, al hervir por causa de ese deseo me encienda, me abrase y me embriague. ¡Oh sangre de hembra embriágame!

IV. Agua.
El agua brota de tu cuerpo de diversas formas: en lágrimas; en saliva; en sudor... Tu agua es cristalina, inmaculada, fuente de vida. Tu agua me refrigera; mitiga mi sed del placer que me devora; pero tu agua me consume; agua que apaga el volcán de mis infinitas pasiones por ti; pero también tu agua me abrasa como si fueran los ardores del sol; y, finalmente, tu agua me hiere cuando la viertes en lágrimas dolientes. Por todo ello quiero que tu agua me lave, que riegues con ella mis sentidos, que con tu agua borres todas las huellas que otras mujeres dejaron en mí, para que así, limpio y purificado sea alma, cuerpo y sangre tuyo.

V. Pasión.
Tu pasión y la fuerza de tu pasión son capaces de hacer que la tierra se conmueva. Con tu pasión eres capaz de abrir el camino seguro que conduce a una región de placeres y dichas infinitas, camino que has alfombrado con tu alma y con tu cuerpo, que lo has regado con tu sangre y con tu agua. Tu pasión es de silencios, de confidencias, de caricias, de dolor y, sobre todo, es pasión de amor. Yo que soy débil, inconstante, cobarde, yo que dudo, te pido y digo: ¡oh, pasión de mujer, confórtame!

VI. Voz y oído.
A veces corremos como locos tras meros espejismos. Otras veces corremos despavoridos y asustados. Algunas veces nos sugestionamos. Estoy tratando de recuperar el silencio pero me hallo en medio del griterío que produce mi pasión, entre las voces de mi pasado que me remuerden, entre las voces del presente que me turban, entre las voces del futuro que me acongojan e inquietan, por todo ello yo deseo, mujer, que escuches mis súplicas, que oigas mis gemidos, que oigas mi llanto y que me dejes acudir a ti que eres la infinita dulzura. Necesito oír tus palabras de amor porque son palabras de vida, necesito decirte mis confidencias porque son mi declaración de amor a ti.

VII. Pliegues, llagas y arrugas.
En cada pliegue de tu piel, en cada cicatriz de tu alma se pueden refugiar las almas de los niños y las de los que sufrimos tentaciones por tu causa, yo deseo que me guardes y escondas en esos pliegues tuyos. Ábreme la puerta de tu amor, a mí que vengo huyendo, sucio, vencido, triste, hambriento... Yo quiero que me abras y me resguardes, que me recibas como tu amante, quiero esconderme para siempre en ti. Vivir en ti, vivir contigo, ser tuyo...

VIII. Hacia ti.
Cuando me encuentre en situación extrema, pálido, sudoroso, fatigado, solo, al borde del abismo infinito quiero que me llames. Tú que sabes mi nombre; tus labios lo han repetido muchas veces, cuando yo estaba lejos, cuando me amabas, cuando te olvidaba; pues así, por mi nombre, con tu voz llena de eses quiero que me llames, que decididamente me mandes ir a ti.
Mi alma al desnudo para ti, contemplando yo la legendaria belleza de tu rostro, en ese momento tú que me has amado, defendido y guardado has de llamarme para que vaya a ti, a tu luz, junto a tu hermosura, a tu amor y a la dicha de tu compañía. Yo quiero oírte llamarme por mi nombre, quiero anegarme en el océano de tu amor, quiero caminar junto a ti y sólo espero tu voz pronunciado mi nombre y mandándome ir a ti. Sin embargo tú no me llamas y me quedo esperando tu mandato para acercarme definitivamente a ti.

XI. En la vida futura.
Aspiro a que tu amor me rescate para pasarme el resto de mi vida alabándote por ello. Quiero que los latidos de mi corazón sean para siempre y por siempre tuyos y para ti. Deseo que todos mis pensamientos te tengan como origen y fin (alfa y omega), que sean un eterno adorno ensalzando tus virtudes desde que salga el sol hasta el ocaso.
Yo sueño en una vida futura, en la que quisiera gozar de tu amor eternamente y que de mi cuerpo brotara, constantemente, la inmensa gratitud por haberte conocido y porque me hayas elegido por compañero.
Así lo deseo, quiero y aspiro que sea, per saecula saeculorum.

X. Resurrección.
Mi vida ha estado plagada de tentaciones, ingratitudes, fatigas, desengaños, desencuentros, debilidades, inconstancias, por eso quiero morir en esa vida y resucitar en una nueva, una nueva vida que sale de pasar la mía por tu crisol. Morir para resucitar, acabar para renacer, extinguirse para brotar de nuevo.
El ayer ya no me vale, deseo gozar del futuro. Ven que yo quiero tu compañía, necesito sentir tu presencia, quiero que habites en mis palabras y mis pensamientos, en mis afectos y en mis esfuerzos, ven a mi lado y yo te amaré entregándote lo mejor que poseo: mi mañana.

No hay comentarios: